El emprendimiento familiar fue uno de los 5 ganadores de los créditos blandos otorgados por el Gobierno de San Luis a través de la Secretaría de Ambiente. Situados en Villa la Quebrada, busca expandir su infraestructura para hacer crecer crecer su proyecto que tiene como objetivo impulsar el cuidado del entorno natural.
Alejandro Torres es el precursor de la iniciativa, la cual busca generar un espacio autosustentable, en armonía con el medioambiente, donde se generen diversas actividades. Comenzó el emprendimiento hace 20 años junto a su esposa y madre de sus tres hijos, Lis Newton. Inicialmente fue un proyecto familiar, y desde hace 8 años comenzaron una nueva etapa junto a Vilma y Lukas, amigos con los que coincidieron en el mismo objetivo.
“Es un proyecto completo que originalmente era una casa de sanación, donde la idea era que se pudieran realizar terapias alternativas, como reiki, yoga, en contacto directo con la naturaleza”, comentó Alejandro. “Nuestra idea es poder mantenernos y sostenernos con lo que brinda el monte. Y en ese camino, hemos ido trabajando para generar plantaciones entre el monte nativo, inmerso, y protegido” agregó.
Respecto al aporte no reembolsable que les aportó el Gobierno de la Provincia, buscan expandir sus medios para mejorar la producción y las condiciones de trabajo. “Nos inscribimos en ‘emprendedores ambientales’, esta oportunidad que brinda el Gobierno de San Luis, y salimos seleccionados. Queremos desarrollar esta infraestructura a gran escala, por eso nos vino re bien que nos hayan dado este subsidio”, contó Vilma.
Empezaron con una huerta tradicional, en un espacio inmerso unos 2 ó 3 km monte adentro en el departamento Belgrano, en cercanías a la autopista 25 de Mayo en Villa de la Quebrada. Luego comenzaron a experimentar con diferentes tipos de plantaciones con el objetivo de entrar más en armonía con lo que la naturaleza dispone, así comenzaron con frutales. “En armonía, sin invadir, buscamos claros dentro del mismo monte y tanto los frutales, como las huertas comenzaron a darnos resultado”, contó Vilma.
Cosechan tomates, alcayotas, habas, zanahorias, rabanitos, zapallos, melones, sandías, repollos, brócolis, papas, entre otras especies. Los plantines son cuidados en una especie de vivero donde son protegidos del fuerte sol y los vientos hasta ser trasplantados al monte. Allí, conservan también especies de hierbas aromáticas.
Quienes forman parte del proyecto, el cual está destinado al desarrollo, fortalecimiento y regeneración del bosque nativo a través de la producción de huertas agroecológicas/orgánicas, adaptan sus iniciativas emprendedoras a su estilo de vida y las convierten en prácticas cotidianas. “La casa, que se construyó sobre un rancho inicial que existía en el campo, se trabajó con material reciclado bajo lo que se denomina bioconstrucción. Cuenta con una estufa rusa central que les provee calor durante las jornadas de mucho frío en invierno”, comentó Alejandro.
Su participación en “Emprendedores Ambientales”
“El trámite fue sencillo, sin burocracia, la planilla era bien completa, con mucha precisión y con una planificación de 1 año. Pero con la ayuda de ellos fue todo súper fluido”, recordó Vilma. El monto que solicitaron fue de $1.000.000, un total que se entregó en concepto de aporte no reembolsable.
Este beneficio económico les permitió comprar elementos para infraestructura, reconstruir su invernadero, crear un galpón de almacenaje, y adquirir maquinarias, paneles y baterías solares.
Nota y fotos: ANSL La Punta.